Quizás lo que menos importa en esta
historia es por qué lo maté; prefiero antes decirte que yo estaba solo en mi
pieza, que hacía tiempo que él no venía, y que nada en mi vida andaba bien.
Todavía recuerdo que esa mañana llovía muy
fuerte; el viento azotaba los árboles y las grandes gotas formaban tristes
figuras en la ventana. Yo veía todo desde adentro, solo.
Nada me importaba, nada importa en verdad
cuando uno pierde el sentido de la vida. Tristeza y oscuridad, soledad y
ambivalencia, pueden ser las palabras más dulces y a la vez más embusteras
cuando uno esta solo, y todo suena bien en un autoengaño.
La luz, no lo recuerdo muy bien pero seguro
era baja, había un aire mudo y triste que me esquivaba. Alguien quizás caminaba
en la cocina, pero no quiero hablar de ese mundo. Las telarañas cruzaban y
hasta formaban un toldo en la pieza, o tal vez sólo era parte de mi delirio de
estratega.
Tres golpes fuertes y secos llamaron a la
puerta y retumbaron en mi cabeza, ¿quién?, ¿qué?, y ¿por qué? llamaría a mi
puerta, si yo estaba ido, abandonado o muerto.
Delirio colérico, resentimiento, orgullo y
obsesión son los cómplices más fieles a la hora de tomar una mala decisión.
Recuerdo que tardé en pararme. Mi
estructura endeble y abandonada olía a la presa. Las telarañas casi enroscaban
mi cabeza y mis ojos bien por dentro sabían quien estaba detrás de la puerta.
Mi cuerpo seguía aplastado sobre la mesa, la silla fue moviéndose creo, poco a
poco; mis piernas parecían débiles, o sólo obedientes a lo que el cuerpo les
suplicaba, quietud.
No sé por qué me paré, no puedo entenderlo
aún hoy cuando repaso aquel recuerdo. El ser más horrible que jamás había
imaginado estaba ahí parado, y yo a punto de abrir la puerta... ¿por qué? Dicen
que por cada hombre que triunfa, nueve fracasan, y yo quizás había leído eso.
Caminé decidido entonces, matando el miedo
que me devoraba, y abrí la puerta. El animal más horrible que venía visitando
mis sueños estaba ahí parado, la criatura que más nos daña a todos.
Mi primera novia me estaba mirando, y yo
creía que me había olvidado.
Diego Pittaluga (Planeta Lolo)
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